Ruta de fin de semana por 5 pueblos de Guadalajara que se pasan de bonitos
Más de una vez he escuchado que Guadalajara es fea, aburrida, que no hay nada interesante… ¡Y creo que es todo lo contrario! Se trata de una provincia llena de paisajes espectaculares, con una gastronomía deliciosa y un sinfín de pueblos congelados en el tiempo que son una auténtica pasada. Y precisamente hoy te voy hablar de una ruta de fin de semana que hicimos hace apenas un mes por cinco pueblos de Guadalajara realmente sorprendentes.
Una escapada a tan sólo hora y media de Madrid perfecta para desconectar y viajar en el tiempo.
Nos alojamos en Abánades, un pequeño pueblo que, por su ubicación, resulta perfecto para montar el “campamento base” para esta ruta. Tenía desde hace tiempo un bono de Ruralka que me habían regalado y en su catálogo encontramos el Hotel Rural Los Ánades, un lugar en el que las palabras “relax y bienestar” multiplican su significado por mil. Sin duda, todo un acierto.
Este fue el detonante para hacer la ruta (aunque a mí tampoco hace falta que me insistan mucho para salir de casa). Quería conocer Sigüenza y, a partir de ahí, fuimos improvisando y acabamos haciendo una ruta realmente chula.
Es un recorrido que se hace muy fácilmente en coche. Las distancias entre todos los pueblos son muy cortas, y se puede hacer tranquilamente en 2-3 días, así que es perfecto para una escapada de fin de semana.
Estos son los pueblos que visitamos y todo lo que vimos durante esos 2 días:
Sigüenza: La joya de la corona
Para mí, Sigüenza es uno de los pueblos más bonitos de Guadalajara. Y no debo ser la única, ya que esta preciosa localidad ha sido elegida como Capital del Turismo Rural 2017 por más de 30.000 usuarios de la web escapadarural.com. La panorámica que se tiene del pueblo desde la carretera poco antes de llegar ya anticipa una auténtica maravilla. Y desde luego, la visita no decepciona.
Sigüenza fue declarada Conjunto Histórico Artístico en 1965. Su patrimonio es tan amplio y está tan bien conservado que es fácil imaginarse la importancia de este municipio un par de siglos de atrás. Destacan especialmente la catedral, con la capilla del sepulcro del Doncel como máximo exponente, y el castillo, actualmente convertido en Parador de Turismo. Sin olvidarse de la Casa del Doncel, un edificio de estilo gótico civil que nos permite imaginar la opulenta vida de los nobles de la época.
Pero para mí, sus grandes protagonistas son sus calles y plazas. Esas calles con solera, estrechas y empedradas, en las que parece que el tiempo se ha detenido. Mención especial merecen la Plaza Mayor y la Plazuela de la Cárcel, dos de las plazas más bonitas de esta ciudad medieval. Si te gusta la fotografía, disfrutarás de lo lindo, porque cada esquina es como una postal.
Abánades: La isla de la Batalla Olvidada
Como te adelantaba, Abánades fue nuestro campamento base durante este fin de semana, y desde luego fue un gran acierto. Está ubicado en la ladera de un valle, a orillas del río Tajuña, a una altitud de 1039 metros sobre el nivel del mar. Se trata de un pueblo diminuto (55 habitantes, según Wikipedia) y muy tranquilo, pero con un entorno natural y una historia realmente fascinantes.
Se podría decir que Abánades es una isla. El río por un lado y el canal que abastecía a la antigua central hidroeléctrica por otro, hacen que el pueblo quede totalmente rodeado de agua.
Entre sus principales atractivos te encontrarás en lo más alto del pueblo con la iglesia de San Pedro, una imponente construcción románica del siglo XIII y ampliada el siglo XVI en la que destaca su torre y su galería porticada de columnas dobles. Además, salpicados por toda la ladera, puedes encontrar restos muy bien conservados de trincheras y fortificaciones defensivas de la guerra civil, debido al papel clave de este pueblo en la “Batalla Olvidada”, uno de los episodios más desconocidos y oscuros de esta guerra.
Otro de sus puntos fuertes son las Pozas del Vadillo, unas piscinas naturales en las que cae el agua desde una cascada del río Tajuña, formando un lugar de baño idílico para disfrutar en verano. Obviamente, nosotros no pudimos disfrutar de ellas (una espesa nevada cubría todo el pueblo), pero según nos contó la encargada del hotel son el orgullo del pueblo. ¡Volveremos para comprobarlo!
Torresaviñán: La atalaya que domina el horizonte
Camino a nuestra siguiente parada nos encontramos con Torresaviñán, una pedanía de Torremocha del Campo que hubiese pasado totalmente desapercibida de no ser por las ruinas del castillo que, desde lo alto de una colina, presiden el pueblo.
Se trata de un castillo del siglo XII que Don Manrique de Lara, señor de Molina, ordenó construir sobre una antigua torre musulmana para defender sus territorios en plena Reconquista. En los siglos XIV y XV fue reforzado y reformado, pero sin perder su aspecto tosco y robusto, puramente militar.
Actualmente está en estado ruinoso. La inmensa y alta torre es lo que mejor se conserva de esta fortaleza, aunque también se pueden ver restos de la muralla exterior y otro pequeño torreón en uno de los extremos.
En la extrema llanura de los campos manchegos, la silueta perfecta de este pequeño cerro con el torreón del castillo en la cima es una visión evocadora, casi hipnótica. Y si, como nosotros, te lo encuentras sobre un manto de nieve, ya no se puede pedir más.
Pelegrina y el Barranco del Río Dulce
Desde Torresaviñán continuamos por la carretera GU-928 hasta coger la GU-118, que nos llevará a Pelegrina. Por el camino vamos dejando atrás las planicies anteriores, que se van transformando en un paisaje montañoso cada vez más abrupto: Llegamos al Barranco del Río Dulce.
Con más de 8.000 hectáreas de terreno, este Parque Natural tiene en la Hoz de Pelegrina su máximo exponente. Un profundo cañón de paredes verticales con afilados picos que sirve de refugio a numerosas aves rapaces. No en vano era uno de los lugares predilectos de Félix Rodríguez de la Fuente para grabar su mítico programa El Hombre y la Tierra. De hecho, en la misma carretera nos encontraremos un mirador con su nombre, desde que podremos apreciar el paisaje en todo su esplendor.
Dejando atrás el mirador, pronto nos encontramos con la desviación a Pelegrina y desde las cerradas curvas de la carreta ya podemos apreciar su espectacular panorámica. Se trata de una singular pedanía de Sigüenza ubicada sobre un pequeño cerro rocoso, en cuya cima destacan las ruinas de lo que en otros tiempos fue un colosal castillo.
Construido en el siglo XII sobre una fortaleza árabe, el castillo de Pelegrina fue residencia de verano de los obispos seguntinos entre los siglos XII y XVIII, hasta que en 1710 fue incendiado y, tras sobrevivir a varias batallas, finalmente en 1811 fue destruido por las tropas napoleónicas. Hoy, sus ruinas forman parte de uno de los paisajes más bonitos de la zona.
Brihuega: Mucho más que un jardín
Brihuega se conoce con el sobrenombre de “el jardín de la alcarria”. En los últimos años, sus infinitos campos de lavanda se han convertido en el principal reclamo turístico, pero esta ciudad alcarreña cuenta con un importante conjunto histórico del que no nos podemos olvidar.
Al igual que muchos de los pueblos anteriores, Brihuega alcanzó su esplendor en la Edad Media, de la que datan sus murallas perfectamente conservadas con sus principales puertas de acceso. También de la época son dos de las iglesias más emblemáticas de la ciudad la iglesia de San Felipe (siglo XIII) y la iglesia de Santa María de la Peña (siglo XII). Desde esta última, se puede bajar a una gruta excavada en pleno acantilado donde cuenta la leyenda que en el siglo XI se le apareció la virgen a la princesa Elima, hija del califa Al-Mamún.
Precisamente de la época árabe de la ciudad es Castillo de la Piedra Bermeja, situado justo al lado de Santa María de la Peña. La construcción original se amplió en el siglo XII, con estilo románico, y posteriormente en el XIII le construyeron la torre y capilla de la Vera Cruz, de arquitectura gótica inicial.
También visita obligada son el edificio de la Real Fábrica de Paños, con sus románticos y bellísimos jardines del siglo XIX; las cuevas árabes, y el museo de miniaturas del profesor Max, uno de los museos más curiosos de España.
Pueblos de Guadalajara: ¡Una auténtica delicia!
Como ves, Guadalajara tiene mucho que ofrecer. Naturaleza, un gran patrimonio, pueblos de cuento… Y la espectacular gastronomía manchega, que me vuelve loca. Esta ruta es sólo una pequeñísima muestra de sus encantos, pero si me sigues de cerca muy pronto te contaré muchos más (no olvides suscribirte a mi newsletter, ¡te llevarás un regalazo!).
Y tú, ¿conoces Guadalajara? ¿Cuál es tu lugar favorito de esta provincia manchega? Puedes contármelo en los comentarios, ¡me encanta conocer otras experiencias viajeras!